EL FINDE PASADO


¡Menuda emplumada! Las mentes más creativas del personal que se juntó
en Huérmeces del Cerro, en una de las mejores horas del día para
pensar en cosas serias, es decir, tempranito por la mañana, vamos,
antes de acostarse, decidieron, por votación a mano alzada y sin
derecho a réplica, que la crónica del encontronazo de Guadalajara
fuera redactada por Ane. Claro que, como el domingo se incorporó Raúl
Escrivá, y al mejor cazador no se le puede dejar sin escopeta (o al
mejor artillero, sin cañón), pues lo rubricaron añadiendo que el
artillero hiciera una reseña sobre el tiempo que permaneció por esas
tierras.

Pero yo me pregunto cuándo estará acabada porque la Ane, de momento,
parece que no está como para ponerse a hacer nada que le haga pensar.
La veo ahí, tan modosita ella, delante del ordenador, mirando
atentamente a la pantalla, con gesto de no haber roto nunca un plato…
Qué diferencia con la del jueves a la noche, trajinando arriba y abajo
con la maleta: estas fotos de Londres para Chari, estas de Alemania
para Javi, esta caja para Dorina, aquél paquetillo pequeño para Nati.
A mí me tuvo casi abandonada hasta el último momento, que ya pensaba
que me quedaba en casa. Pero no, mucho habría tenido que cambiar para
dejarme a mí. A última hora me preparó la bolsa y supe que nos íbamos.

La expedición donostiarra esta vez llevaba una itakeña más y así,
hacia las 8 y media de la tarde, llegamos a Huérmeces Vicent, Idoia,
Ane y yo. Por supuesto, ya habían llegado algunos que, con sus móviles
encendidos y el brillo de las pantallitas, cual luciérnagas del
futuro, hicieron de guía para evitar que nos perdiéramos. Los
inevitables besos y abrazos sirvieron para ir haciendo balance: besos
de Olga, achuchón de Virginia, abrazo de Pilar, pescozón de la Marta,
caricias de Carmenkar, tirón de pelos de la Cris y besitos de Edu;
creo que también habían llegado para entonces Chari de Cádiz y María
"magarbe"; también Silvia, que nos presentó unas nuevas itakeñas,
Elena y Alba, de Barcelona, que, para qué nos vamos a engañar, se
quedaron rápidamente como las de las ortodoncias. Y es que hoy las
ciencias adelantan que es una barbaridad porque tenían ortodoncias de
colorines oigan, verde fosforito, blancas…

Me pongo a repasar y no consigo saber en qué compañía y coche llegaron
algunos hasta allí, pero lo importante es que llegaron y, amables y
educados donde los haya, nos llevaron hasta las habitaciones. El
albergue iba tomando vida, se empezaban a ver bolsas en todas
direcciones, la gente se iba haciendo la cama; otros las marcábamos,
como los perros el territorio, pero eso de hacerla lo dejábamos "pa'
luego". Seguían llegando coches y gentes.

El entorno no podía ni intuirse porque la noche era bastante oscura.
Solo las luces de los recibidores de las habitaciones nos daban la
pista. Aparecieron Dorina, Luis Duende y Marisol; Txema Alicante y
Rafita, el austríaco -no por venir de Austria, que todo puede ser
tratándose de Rafa, sino por haber pasado la mañana en el Madrid de
los Austrias-; Victoria con César, Marga y Paloma, estas con escala en
Madrid, la una al aeropuerto y la otra a la estación del tren…

Todos esperábamos descubrir, con la luz de la mañana, dónde íbamos a
pasar el fin de semana. Habíamos leído una señal que indicaba "Presa"
justo antes de enfilar el puente que nos llevaba al albergue, y estaba
tan oscuro que el puentecito podía pasar por el inicio de la presa del
cartel. Yo, que no soy como la Ane, me había leído cierta información
al respecto y sabía que estábamos en Huérmeces del Cerro, pueblecito
de unos 70 habitantes que se extiende a un costado de la Sierra de la
Muela, a los pies del embalse de El Atance, que recoge las aguas del
río Salado. Para llegar hay que desviarse de la carretera C-101, o
bien desde Riofrío del Llano si se viene del norte, o desde Negredo,
Angón, si se viene de Madrid.

El goteo de itakeños se me convirtió en riada cuando llegó Pedro, con
200 kilómetros de más, y es que no se puede viajar solo, que uno se
pierde; y también Andrés, Carlos Soria y Pakiko Granada… y los nuevos
itakeños a los que no conocía, Jesús, Oscar y Juan (alias comunitario
de los muchachos: "Los primos").

Como todo encuentro de itakeños que se precie, cuando quisimos darnos
cuenta de que ya habíamos llegado, estábamos sentados a las mesas
dispuestos a cenar. Aún nos faltaba gente para completar la gran
familia, pero el horario manda, sobre todo el horario de los
responsables del albergue. Tras cenar nos fuimos a otro pequeño
edificio, muy cercano al comedor, donde estaba instalado un bar para
uso de alberguistas, y allí nos aposentamos hasta que fuera llegando
el resto.

Simón y Albert no se hicieron esperar demasiado. Para entonces ya nos
había llegado la información del día: el coche de Nati había tenido
una avería y lo tenían que dejar en Madrid. Sus pasajeros se habían
dividido para poder llegar, por lo que Nati y Maitena vendrían con
JaviVi y LuisMi. (Ahora que lo pienso, estos dos son amigos,
informáticos, afines en el nombre (y más cosas) y residentes en
Madrid).

Finalmente, a eso de la una de la madrugada los últimos madrileños
hicieron su aparición en el bar. Podría pensarse que ya estábamos
todos, pero no os confundáis. Si algo ha caracterizado este
encontronazo ha sido precisamente el trasiego de gente en ambas
direcciones. Porque algunos de los presentes se fueron el sábado y
otros llegaron, y no solo el sábado sino también el domingo.

Al principio parecíamos todos nuevos y modositos y pedimos los
socorridos cafés e infusiones, pero las horas son largas y muchas y
fue corriendo la bebida (la del bar, porque bien clarito nos dejaron
que no se podía consumir allí nada del exterior).

¿Qué os voy a contar de una noche de barra única? Las cinco de la
mañana les dieron a algunos acodados en esa barra. Y es que, como no
había un bar cerca al que desplazarse, se les pegaron los codos.
Otros, más prudentes, estaban sentados a las mesas, e incluso algunos
estaba cerca de la chimenea donde nos habían prendido unos leños.
¿Cuándo terminó la noche? –me preguntareis-. Pues muy fácil. ¿Nunca os
habéis fijado en el momento en que acaba una noche de trasnochadores
impenitentes?, pues cuando se acaba el tabaco. Y aquí no iba a ser
diferente.

Tengo que admitir, en honor a la verdad, que algunos itakeños
mantuvieron la buena imagen y se fueron antes a la cama, pero el
resto, ya os imaginareis: qué dónde has estado, que vaya verano que te
has cascado, que a dónde vas, que buen viaje a New York, que si Perú
–destino estrella este año-, que si Japón –que ya les vale también a
esos, que a dar envidia que se vayan al foro y dejen que el correo
mantenga un número normal de mensajes-, que si la Alemania de invierno
por aquello del topo vallisoletano, que la China esa de las naranjas,
que Irlanda, que más Perú –es que fueron muchos-, que Vietnam, que
Ecuador, que más Vietnam, -que también han ido unos cuantos este año,
¿eh, Vitoria?-, que si faltan Mireia y Chelo, que claro, como están en
Roma. No, que una no, que en Roma solo está Mireia; que Chelo está
cumpliendo altas funciones que le permitan largarse a París en breve.

Y como lo uno lleva a lo otro, pues las altas horas nocturnas y las
grandes dosis de concentración etílica llevaron a lo que llevaron. Si
hubiéramos sido asturianos habríamos cantado el "Asturias, patria
querida…", pero como éramos itakeños, pues lo que hicimos fue
lamentarnos en alto por aquellos miembros de la familia que no habían
podido venir: El frente decorador, Ana Arribas, Laia, Susi, Smarinha;
el frente viajero, Mireia, Jose Luis –jeje, a la fuerza ahorcan-,
Carmen Bustar, Marga Tayara –que siempre va una convocatoria atrasada
y se fue a Arlanzón, la despistada-; el frente sanatorio, con Carmen
Cuc a la cabeza; el frente discreto, Gustavo, PacoCo, Diana, María
Cetina, Izaskun, César Bilbo, Silvia Estivill –que se han limitado a
disculpar su ausencia, sin otras explicaciones que nos podamos llevar
a la boca las marías-; el frente administrador, Manu, Berta, Marina,
Susi, Marian (lo siento Susi, te toca, como das a todos los palos pues
faltas en más de un frente); el frente cobarde, con su mejor
representante, la Luz, que no aprende de Carmenkar que viene como sea;
y el frente despistes, con JuanMa Alcaraz que dejó que Pedro viniera
solo y se perdiera durante 100 Km. (de ida, claro).

Se ve que el personal se lee los correos y estaban todos muy al día
sobre la situación de quienes habían justificado su ausencia. Porque
quizá no hayáis caído en la cuenta pero esto funciona con más control
y rigidez que la bota negra, que aquí pasamos lista de presentes y de
ausentes y les ponemos marcas de colores según convenga para que no se
nos olvide en el futuro.

Todos aguantamos como leones a que se fueran los responsables del bar
a dormir para sacar las bebidas y demás cosas que habíamos traído de
nuestras casas y que no nos dejaban degustar en su presencia. Ni qué
decir tiene que bebimos y comimos galletas y chucherías varias, con lo
que la noche no tenía visos de acabar.

Pero no puedo cerrar el resumen del primer día sin hacer una
referencia al tema puntero del encontronazo. Porque –digo yo- ¿qué
cosa sería la imagen perfecta de un grupo de viajes?, ¿qué cosa puede
ser más querida y necesaria a un viajero empedernido? Pues, la
brújula, claro. Y –sigo diciendo yo- ¿qué cosa es la brújula más
brújula de todos los tiempos?. Pues el GPS, claro. Y –termino diciendo
yo- ¿por qué precisamente ahora?, pues porque Rafita tenía un GPS
personal último modelo, claro.

Los que hablaron con Rafa en una u otra ocasión a lo largo del
encontronazo, se quedaron convencidos de que está a comisión (y si no
está es porque el departamento de marketing no tiene ni idea de lo que
hay que hacer). Los que no hablaron con él estoy segura de que vieron
los corrillos alrededor del "parato", que es que es una gloria, oigan.
Que es todo pantalla. Y le das con el lápiz mágico y te enseña cada
cosa…, y una vocecita que te dice, "tuerza a la derecha"… Si
Magallanes levantara la cabeza (o mi abuelo, sin ir más lejos, que al
pobre mucha falta no es que le hiciera un GPS para mirar por dónde se
le habían desparramado las ovejas, pero la técnica es la técnica y la
capacidad de quedarse pasmado delante de un artefacto no se le debe
negar a nadie).

Cuando decidieron irse a dormir les hubiera venido bien a todos ese
GPS pues algunos se infiltraron en el claustro (Marisol, Dorina,
JaviVi) porque hubo movimientos tácticos en otras habitaciones que
hicieron desplazarse al personal en plan efecto dominó, tanto al
claustro como a las alturas de una litera que, todo hay que decirlo,
no tenía escaleras.

Pocas –poquísimas- horas más tarde, estábamos todos alrededor de las
mesas dando cuenta del desayuno. El tiempo no era bueno y se decidió
ir a Atienza, como a unos 21 kilómetros de Huérmeces del Cerro. Tuve
tres o cuatro segundos de soledad. ¡Oh, Dios! Nadie me veía, nadie se
daba cuenta de que estaba allí. Sólo Ane. Las dos nos quedamos
quietas, disfrutando del momento. Silencio alrededor. Calma total. Las
bucólicas hojas otoñales que cubren las paredes del albergue tienen
unos colores ocres y rojo sangre que hacen pensar que viajar por
verlas merece la pena; al otro lado, las rústicas instalaciones de un
campo deportivo o parque infantil, nos miran ofreciéndose tímidamente.
(Y tan tímidamente –pienso- porque habrá que ver quién es el guapo que
va a sentarse entre el verde, con la cantidad de agua que ha caído y
va a caer.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pedazo de crónica :O y me la leí hasta el final con esperanza de llegar a la parte del akelarre, pero nada... xD

Fíjate, ya cuando hacía la mili no dormía, me quedaba despierto con los compañeros de camareta y charlábamos, charlábamos, entre cigarrito y cigarrito y nos daban las tantas, aunque no muchas, porque se tocaba diana a las seis de la mañana, así que las tantas eran las cuatro o las cinco, una horita para descansar y luego a desfilar con el CETME y procurando no dormirnos en posición de "descanso" :P

Siempre me ha gustado reunirme con gente y hacer festecillas, juegos o debates. Me gusta tanto como salir a bailar y ver minifaldas.

Me alegro de que lo hayáis pasado silvestremente bien ;)

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