Me gusta mucho Kevin Kline, es uno de mis actores favoritos. A pesar de que no ha hecho muy buenas películas, a mí me parece que él llena la pantalla. En un pez llamado Wanda estaba divertidísimo y en In Out también. Ahora ya no cumple el rito de dejarse el bigote en las películas divertidas y quitárselo en las serias. Pero en esta película sí lo hace. Es un dramón, pero a pesar de ello me ha gustado mucho.

Esta película me ha hecho pensar en las relaciones con mi padre. Porque va toda ella de eso. De un padre y un hijo. Un hijo que se está perdiendo. Yo no me perdí, creo. No le echo la culpa a mi padre de lo que me pasa. Cosa que creo que sí hace mi hermana todavía. Yo no. O eso creo. Pero pienso mucho en él. Me reconozco en cosas que él hacía.

Una cosa que yo nunca podré hacer. Me perdió. En Alemania. Todos sus amigos de la casa de España le ayudaron a buscarme y me encontraron. Mi madre estaba trabajando y él me perdió. Durante muchos años fantaseé con la posibilidad de que no fuera yo su hija, de que en ese momento me hubieran cambiado. No lo creo posible, mi madre se hubiera dado cuenta. Pero cuando por las noches le odiaba, imaginaba la idea de que realmente no era yo. Eso también tenía que ver con mi hermana. Era tan distinta a ella que me hacía pensar en que no eramos hermanas. Y el caso es que me parezco muchísimo a mi padre, o eso dicen. Pero yo sólo buscaba las diferencias. No me ha servido para nada. Fuera o no su hija, él me marcó. Mi madre ha tenido mucha menos influencia en mí. Quizás sólo el hecho de que me rebelara ante el machismo, pero no porque ella lo hiciera sino por todo lo contrario.

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