II


La caravana de coches inicia el movimiento con Vicent en cabeza
seguido de Silvia. Algunos aparcan en la Plaza de España, triangular,
con una serie de casonas con soportales, y otros en la Plaza del
Trigo, donde, como dice el folleto que Berta y Olga, nuestras
maravillosas organizadoras, han elaborado y nos han repartido, sobran
los coches para que nos podamos hacer una idea de la población en su
momento de apogeo histórico. Los itakeños se desperdigan y unos se van
hacia el Castillo, otros hacia el Arco de la Virgen, algunos reparan
en el Arco por el que han entrado, el Arco de Arrebatacapas, que no
necesita ser comentado. Y, como todo es turismo, otros se van al
comercio "Atienza natural" a comprar velas e infusiones, e incluso los
hay que se van a otro comercio donde compran Nevaditos y miel de la
zona. También debe ser turismo ver museos pero la carne es débil y
tres museos sacros, así, a primera hora de la mañana y tan de sopetón,
pues como que no sientan bien, por lo que decidimos hacer por un
recorrido recomendado por algunos itakeños que conocen la zona. Y así
enfilamos hacia Hiendelaencina, a unos 20 Km., y Cogolludo, unos 26
más, pasando por el embalse de Alcorla que retiene las aguas del río
Bornova, cuya presa se encuentra al borde de la carretera, donde Luis
Duende paró pero el resto continuó. El nivel de los embalses está bajo
y eso nos permitió contemplar una peña que sobresalía. En
Hiendelaencina podían verse las lajas de piedra y pizarra oscura,
justo a la entrada del pueblo e, incluso, un poco a lo lejos, alguna
de las características construcciones de la arquitectura negra. Pero
pasamos prácticamente por encima porque el tiempo estaba bastante
desagradable y no parece que apetecía mucho dar una vuelta por el
lugar.

En Cogolludo aparcamos los coches en una inmensa plaza y nuevamente se
desperdigó Itaka por el casco urbano a la búsqueda de tesoros que
descubrir. Así, unos buscaron sus tesoros particulares en la barra del
bar más cercano y otros fueron a ver el Palacio de los Duques de
Medinaceli, y después a buscar unos torreznos (versión prosaica del
tesoro) en el bar más cercano… al palacio.

Como había que comer a hora fija, los coches enfilaron hacia el
albergue, unos 53 km. Hubo algún que otro cambio y Rafa se pasó al
coche de Vicent para hacer ejercicios (poco) prácticos del GPS, con lo
que la Ane y yo nos fuimos al coche de Cris, a reírnos hasta de
nuestra sombra con la inestimable ayuda de Virginia. El otro cambio
fue un poco más drástico porque algún coche se había dejado a Chari y
María magarbe y, si no es porque pasó un alma caritativa que les dio
asilo en el suyo, pues todavía están en Cogolludo, contando las
filigranas de las ventanas del Palacio de los Condes de Medinaceli,
porque entrar, lo que se dice entrar, como que no les hubieran dejado,
que había una representante de la oficina de Turismo que gritaba como
una loca para impedirlo. Y es que como Chari ha perdido más de 10
kilos de Londres a Guadalajara pues igual es que no la veían. (No
quiero ni una risa, que ya sé lo que he escrito y no tiene que
entenderse como que los haya tirado por la ventanilla del avión).

Poco a poco fuimos llegando al comedor, con el consiguiente cabreo de
la cocinera porque se había hecho tarde. Los primeros en llegar, para
quitarle hierro al tema, pusieron la mesa para todos y así, cuando
llegamos los rezagados no tuvimos más que sentarnos, (gracias Idoia) a
degustar las alubias blancas, las salchichas y el tocino. Para estas
horas habían llegado dos esforzadas itakeñas nuevas, Isabel y Ana, de
Alicante, con quienes, debo reconocer, no tuve ocasión ni de cruzar
una sola palabra. Menos mal que Rafita les hizo los honores durante la
cena. La tarde estaba mala, llovía más o menos intermitentemente pero
con fuerza, el objetivo turístico estaba cumplido, el principal
objetivo del encontronazo seguía pendiente porque la noche no es
compañera apropiada. Vamos, que estoy queriendo decir que nos fuimos
al bar después de comer y muchos no salieron de allí hasta la hora de
la cena.

Rápidamente tomaron forma las distintas tendencias. Al fondo, a la
izquierda, los ludópatas; al frente, junto a la chimenea, los
frioleros. Un poco más al centro, los contertulios. Fuera,
desperdigados en los cuatro sentidos, los amigos de los paseos. A
medida que avanzaba la tarde se iban apreciando las diferentes
variaciones: Llega el primer grupo de caminantes que se han empapado,
duchado y cambiado, como Idoia y Victoria; LuisMi, Nati, Juan y
Vicent juegan al mus; se despiden Simón y Albert porque la abuela de
este se ha puesto pachuchilla y está inquieto por ella. LuisMi, Nati,
Juan y Vicent juegan al mus; Maitena, Cesar, Ane y yo vamos a caminar
hacia la presa del embalse porque nos han dicho que hay un pueblo
sumergido que puede verse ahora que el nivel es bajo. Volvemos sin
haber logrado el objetivo pero con una mojadura épica. LuisMi, Nati,
Juan y Vicent juegan al mus; se despierta Silvia de la siesta y trae
el DVD para que podamos ver las fotos de Vietnam que ha traído Olga;
LuisMi, Nati, Juan y Vicent juegan al mus. Vemos todas las fotos.
Llama Berta y, en un equilibrio satelital consigue conectar con el
teléfono de Pilar y así le informa de que los maños, al marcharse, se
han cruzado con un accidente de coche y un herido, y que necesitan
comunicarlo a los responsables del albergue. Pero como la cobertura
brillaba por su ausencia en ese punto perdido de Dios que ni el GPS
podía reconocer, pues la llamada pasó por Pamplona, cruzó por Pilar y
llegó a destino. Luis, Oscar, Juan y Vicent juegan al mus. El fuego
sigue calentando, las bebidas circulando, las risas resonando, las
conversaciones comienzan y declinan y vuelven a comenzar y Vicent y
Oscar juegan al ajedrez.

Hacemos un alto para cenar y acudir al party convocado en el recibidor
del 3. Más que nada por ampliar horizontes, que se nos habían quedado
un poco estrechos con tanto bar y, quieras que no, las habitaciones
nos permitían usar el GPS para encontrarlas. Y también, claro, porque
como somos todos unos borrachos impenitentes pues para tomarnos un par
de copas gratis de lo que habíamos traído, antes de volver al bar a
pagar en la barra. Ya se nota un ambiente especialmente jocoso en el
apelotonamiento de treinta y tantos en un pequeño recibidor, que
parecemos el camarote de los Marx. Andrés, Luis Duende, JaviVi y algún
otro intercambian amables estocadas.

La jovialidad va en aumento junto con la noche y las copas. Volutas de
humo suben hacia el techo desde todos los rincones. Se oyen
conversaciones animadas y risas continuadas y habría que ser autista
para no percibir el buen rollito que se traen estos itakeños. Por arte
de biribirloque aparece sobre una mesa la discoteca portátil de Cris.
Allí había de todo, desde Machín hasta Mecano, pasando por Queen y lo
que os queráis imaginar. Yo recuerdo especialmente a los mencionados
porque dieron juego durante la noche.

La facción latina nos ponía salsa y bachata y había que ver cómo lo
bordaban, por ejemplo, Pilar, Olga, Virginia…, aunque Oscar y Chari
nos dieron toda una lección, sin olvidar el salero andaluz que les
salía a Rafita, Dorina, y otros, que parece que va a ser verdad
aquello de Carlos Cano de Cádiz y La Habana y finalmente no hay tanta
diferencia en el movimiento de caderas de un caribeño y un andaluz.

Otro sector era más de música disco y también tuvieron su ración de
baile. Los andaluces, jodíos ellos, le daban a todo, aunque aquí
también destacaba Martita cuando se ponía, o los nuevos fichajes, que
Juan casi se nos va por la chimenea arriba en alguna ocasión con sus
endiabladas vueltas.

Paralelamente estaba por allí un tercer sector, bien fumando un
cigarrito, bien charlando, fumando, tomando una copa, haciendo risas y
más risas. El grueso de los formales ya se había ido a la cama. Ane
quería irse a dormir pero JaviVi y Dorina no le dejaban porque le
hacían cantos de sirena al oído; Marta se puso y se quitó el anorak
media docena de veces porque el anorak le hablaba, o eso me imagino
porque era ponérselo y empezar a decir que no se podía ir, que se
perdía lo mejor. Se lo quitaba y participaba de la conversación de los
demás y hasta se iba a bailar. Pero cuando se lo ponía de nuevo volvía
con la misma cantinela así que yo supongo que algo le diría aquél
anorak.

Los dueños del bar definitivamente no se iban a dormir. Pasaban las
horas y nada. Claro, LuisMi ayudaba porque ronda que sacaba ronda a la
que les invitaba y así no se puede, que el LuisMi sacó muchas rondas.
Como la expedición itakeña a Alemania le había traído a Nati un barril
de Franciskaner pues hubo que decirles que era un regalo y que la
interesada quería invitarnos a todos. Amablemente accedieron aun sin
saber la que se les venía encima porque a JaviVi se le rompió (un poco
solo) el sistema de apertura y allí estábamos todos: él metiendo un
cuchillo en la válvula de salida, Ane poniendo vasos de plástico,
facilitados por Olga, debajo del chorrillo, la del bar, pasando la
fregona continuamente por debajo porque se estaba formando un barrillo
espumoso que ya ya… Pero todo llega y finalmente cada uno pudo
degustar su vaso de cervecita.

Por una magnífica conjunción de los astros, el nivel alcohólico llegó
al punto de equilibrio, seguía habiendo tabaco sobre las mesas,
alguien puso Queen en el equipo, las fregonas estaban apostadas en un
rincón listas para trabajar cada vez que a alguien se le caía un vaso,
y se produjo el milagro. JaviVi se transformó en Ferie Mercuri, las
fregonas y escobas en magníficos micros y guitarras, Rafa le dio a la
baqueta sin parar, Pakiko se enamoró de un palo de escoba, Queen
sonaba… Para qué seguir. Fue apoteósico.

Eran las cinco de la mañana y en nuestra habitación solo estaba
durmiendo Marga Lavinia. Luego la cosa creo que decayó bastante Yo ya
no estaba porque la Ane es muy suya y si se va ella me tengo que ir yo
también, pero creo que se pusieron a cantar Mecano sin ganas y sin
interés. Ellos dicen que no, que se sentían como en la post
adolescencia y que cantaban a voz en grito todo el repertorio, pero yo
casi estoy por asegurar que aquello no fue muy interesante, más que
nada porque como yo no participé…

Evidentemente, el domingo a las 11 todos los de la habitación
dormíamos excepto Marga. Nos quedamos sin desayuno, la gente ya se
había ido… pero había que hacer maletas y deshacer camas.

Isabel y Ana, de Alicante, se fueron a visitar Atienza y, de allí, se
encaminarían de vuelta a casa. Desde aquí, y creo que hablo en nombre
de todos, un saludo muy cálido y el deseo de que, aunque brevemente,
hayáis disfrutado del encontronazo, hayáis conocido a esta panda de
locos y os haya gustado como para repetir. Hemos tenido muy poco
tiempo para tratar más personalmente, pero eso se soluciona en
próximas quedadas.

Finalmente, Idoia, Paloma, Vicent, Ane y yo enfilamos hacia la
carretera. Ane quería ver la presa porque el día anterior les había
impedido ver el pueblo sumergido. Dejamos el coche al borde de la
pasarela pero no fue posible verlo porque, al parecer, había que
caminar por una senda. A la vuelta nos encontramos con Pilar y
Victoria que habían decidido caminar aquella mañana y les comentamos
el punto de interés por si les apetecía verlo.

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