LA CASA QUE VENDÍAN
Cuando aún tenía furgoneta y la casa vacía de muebles una amiga me dijo que tenían sus padres una casa que iban a vender y que podíamos ir a buscar muebles allí. Estaba en un pueblo de La Mancha, creo que era Chipiona pero no estoy segura. La utilizaban para guardar, como todas las casas de pueblo, los muebles que deshechaban de su casa. Su padre había montado un negocio y había muebles de oficina, de aquel viaje conservo mi silla. Mi silla, unos de los bienes más adorados por mí, una silla de despacho con reposabrazos, ruedas, inclinable, con respaldo alto. Está muy maltratada, pobrecita, la quemo, la mancho, la trato fatal, pero la quiero mucho, lo que yo puedo querer a una cosa, que es poco. Cuando viene alguien y se sienta siempre se pega el susto de que se va a caer porque se echa para detrás de golpe, pero a mí me encanta, paso horas y horas en ella y no me duele la espalda.
Nos trajimos muchas más cosas, un sofá, varias sillas más, muebles varios. Llenamos la furgoneta, creo que hasta alguna cama, no recuerdo todo. Eso me sirvió para llenar la casa de momento. Y no fue definitivo sino que fuimos comprando muebles y cambiando lo que nos trajimos. A mí me daba palo meter muebles viejos porque yo sé que la costumbre se hace norma y luego no compras nada, pero no fue así. De aquel viaje no creo que me quede más que la silla, el resto se lo llevó mi ex o lo fuimos tirando, como el sofá, horroroso, incomodísimo pero que nos hizo el apaño durante mucho tiempo.
Envidio las casas en las que los muebles son todos iguales, están conjuntados, yo no he tenido eso en mi vida, ahora tampoco lo tengo, gracias a Dios ya no está de moda, ahora mola mezclar estilos, pero yo sufría mucho en casa de mis padres por la decoración, si es que se puede llamar así que tenían. Mi padre compraba todo de segunda mano, le daba el furor y nos traía cada cosa horrorosa.
Solo una vez que yo recuerde compraron muebles nuevos y fue para nuestra habitación, mi hermana y yo compartíamos la habitación más pequeña de la casa y allí metieron cinco muebles enormes, que no sé ni cómo entraron pero los cinco eran del mismo color, un lujo asiático.
Nos trajimos muchas más cosas, un sofá, varias sillas más, muebles varios. Llenamos la furgoneta, creo que hasta alguna cama, no recuerdo todo. Eso me sirvió para llenar la casa de momento. Y no fue definitivo sino que fuimos comprando muebles y cambiando lo que nos trajimos. A mí me daba palo meter muebles viejos porque yo sé que la costumbre se hace norma y luego no compras nada, pero no fue así. De aquel viaje no creo que me quede más que la silla, el resto se lo llevó mi ex o lo fuimos tirando, como el sofá, horroroso, incomodísimo pero que nos hizo el apaño durante mucho tiempo.
Envidio las casas en las que los muebles son todos iguales, están conjuntados, yo no he tenido eso en mi vida, ahora tampoco lo tengo, gracias a Dios ya no está de moda, ahora mola mezclar estilos, pero yo sufría mucho en casa de mis padres por la decoración, si es que se puede llamar así que tenían. Mi padre compraba todo de segunda mano, le daba el furor y nos traía cada cosa horrorosa.
Solo una vez que yo recuerde compraron muebles nuevos y fue para nuestra habitación, mi hermana y yo compartíamos la habitación más pequeña de la casa y allí metieron cinco muebles enormes, que no sé ni cómo entraron pero los cinco eran del mismo color, un lujo asiático.
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