7 DE JULIO

Cerramos el bar a las tantas y me dijo: "¿Nos vamos a Pamplona? Por supuesto dije que sí. Tal y como iba, en minifalda, sin pasar por casa, había que abrir dos días después. Nos pusimos en camino hacia allí, toda la noche, llegamos a las 6 de la mañana. Estaba animadísima la ciudad a esas horas, paseamos por la calle de la Estafeta pero como él le tenía tanto miedo a los toros nos fuimos a la plaza. Era muy pronto, hasta las 8 no era el encierro, hacía un frío de narices y yo con manga corta y minifalda. Estuvo muy caballero y me dejó su cazadora para ponermela en las piernas. Se llenó el coso de gente mucho antes de que soltaran los toros. La gente hacía tonterías en la plaza y arrastraba trapos, uno se puso a recoger monedas, le dieron un durazo, tiraron un duro desde arriba y le dió a él, a mi acompañante.
Cuando encerraron a los toros quisimos salir de la plaza, era imposible, no había quien se moviera, nos costó un triunfo. Nos fuimos de compras, seguía haciendo frío, me compré un jersey y unos pantalones.

Paseamos por la ciudad, era genial, la gente dormía en los parques y las calles, estaba llenísimo por todos lados. Nos hicimos fotos. Como no conocíamos bien la ciudad nos fuimos a comer a un pueblo cercano, nos dieron de comer a las 12. Después siesta, en un río, yo dormí algo pero él nada. Y vuelta a Alcalá. Otra vez toda la noche sin dormir. Sólo me dejó coger el coche en Guadalajara, cuando tenía los ojos tremendamente rojos. No sé qué conté en casa, alguna mentira, seguro.

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