EL CAFÉ

Al ir a comprar, una vendedora me dice, tú fumas, te gustará el café, ven que te doy un poco. La contesté, no, no me gusta el café. Sólo tomo un poquito por las mañanas. Hago una cafetera pequeñita que me dura un mes. Me echo una cucharita de café en la leche y listo. No soy cafetera.

Otro vicio que no tengo. Si es que no puede ser, tengo que darme a la droga. Odio hacer café. He hecho millones de cafeteras en mi vida. He cubierto el cupo. Cuando invito a comer a gente es lo que más odio. Con lo que me gusta quedarme después de comer de charla. El café tiene muchas complicaciones, la taza, el plato, la cucharilla, el azúcar, la leche.

Cuando tenía bar era lo que menos me gustaba, y eso que allí poner un café es bastante más rápido. Pero no se puede comparar con poner un caña, o un refresco. Además que el beneficio que dejaba era mucho menor. Se me nota la vena catalana.

Conozco mucha gente que no para de tomar café, incluso mi hija toma más café que yo. No me gusta el café después de las comidas. Ni a media mañana. Prefiero un batido de chocolate o incluso un té.

Nunca me ponen el café como yo quiero. Últimamente lo que hago es pedir un vaso de leche y al que vaya conmigo le quito una cucharadita de café. El café que sale de la máquina, en los bares, el primero, está demasiado concentrado para mi gusto.

Yo hago la cafetera solo cubriendo el filtro, no llega ni a la mitad de la cazuelita.

Tampoco me gusta la leche, salvo en Santander, cuando es de vaca de verdad, cuando sabe a leche. Lo que tomamos aquí es un sucedaneo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Estoy en el extremo opuesto en este caso. A mí el café me apasiona, a pesar de que sólo hace mal y además sabe a rayos. Pero es como el ajedrez. Me explico. El ajedrez me aburre mortalmente, pero es tan mítico, tan simbólico, que me apasiona. No jugar. Verlo. Saber que existe. Leer historias de ajedrez.

Eso me pasa con el café. Me encanta su olor, la ceremonia del después de comer, el hecho de que sea una excusa para pasar dos horas charlando, jugando con la cucharilla, los pequeños ritos individuales de cada uno, yo le echo simplemente medio sobre de azucar, yo uno y medio, yo lo tomo cortado, yo leche manchada, odio la espuma, sin espuma no me lo tomo, me gusta molerlo, lo compro molido, le pongo sacarina pero sólo al café... me encanta hacerlo, al contrario que tú, que curioso, el giro al abrir la cafetera, la enjuagada rápida, generalmente hablando desde la cocina, la cantidad precisa, como cada uno mete el agua que le parece, como hay quien le mete, fíjate, agua mineral, los días que tienes ganas de sacar la vajilla cartujana, los que, como yo, se esmera por dar una taza completamente diferente a cada uno...

Me encanta el café, Virginia :-)
vitalidad ha dicho que…
A mi el ajedrez también me gusta, pero más jugarlo, aunque lo hago mal. El rito del café, has descrito todo lo que odio, jajja. Es bueno no estar de acuerdo.
Funny Blondie ha dicho que…
A mí me encanta, puedo tomarme cinco o seis al día, depende de lo ocupada que esté. Eso si, me gusta a mi manera, o sea... recién hecho, larguísimo de café, cortito de leche y con dos cucharadas de azucar. Que esté templado.

Me encanta el olor del café y el sabor que te queda en la boca después de tomártelo.

¿Leche de vaca? buah! yo odio el sabor de la leche en general, pero el de la leche de vaca es que no puedo con él..

Un beso Virginia :-)
vitalidad ha dicho que…
Mira Susana que nos vamos alejando, que cada vez comentas más cosas en las que no nos parecemos... jajajjaja.

Soy santanderina y me gusta la leche. Cuando la comprabamos en la vaquería y le salía esa nata tan rica que untabamos con el pan, hmmmmm, me relamo.

Esa leche sí me gustaba, la que no sabe a nada, puaj

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